
Hematofobia
Quisiera no tener miedo durante los episodios de rabia, cuando me invade el coraje, la impotencia, el dolor; desearía encontrar las agallas para arrancarme la vida a cuchilladas, extraer el alma de mi cuerpo, y flotar por la otra dimensión, sin sentir nada. Parece, que venimos a este mundo solo para acumular sufrimiento, condicionados a juntar todo el dolor que nuestra mente y cuerpo soporten, antes de despedirse de la vida.
Le han llamado cobarde a alguien que salta de un edificio, al que se corta las venas, al que ingiere pastillas con la intención de provocarse una sobredosis, al que se cuelga con una soga de su propia garganta; pero mas cobarde he sido yo, que no he tenido el valor de lograr ninguna de esas cosas.
En momentos de ira y desesperación, la única herramienta que he tenido a mi alcance es mi navaja de bolsillo, esta muy bien afilada, y estoy casi seguro de que un corte no sería tan doloroso. Sin embargo, estoy clínicamente diagnosticado con hematofobia. El solo hecho de pensar tan siquiera en sangre, me hace sentir nauseas, mareos, debilidad; mi presión arterial se reduce cuando imagino el liquido rojo y tibio, fluir por un torrente que recorre por todo el cuerpo humano. Ese miedo absurdo, es lo único que me ha salvado la vida, todas las veces que mi pensamiento ha divagado sobre la idea de suicidarme con la hoja de mi navaja.
Desconozco el origen de mi sentimiento de repulsión hacia el líquido rojo vital, lo único que recuerdo es que desde que era pequeño, el olor, la viscosidad y la temperatura de la sangre fresca me provocaba desmayos.
Los psiquiatras recomiendan tratar la fobia para evitar que se incremente la misma, ya que, con el tiempo, el portador desarrollaría otros tipos de miedos disociativos. Pero yo no quiero perderle el miedo a la sangre, pues el día que eso pase, será el mismo día en que mutile mis propios antebrazos con el filo de mi navaja, para dejar que salga fluyendo mi alma roja a través de mis venas cortadas.