CARRETERA NACIONAL 306

El concurso comenzaba con la presentación del vehículo que habíamos construido, lo llamamos GLEN1. Quedamos finalistas. Diez vehículos de los más variopintas pasamos a la fase final: recorrer 1000 km desde Santd hasta Malg.

En GLEN1 íbamos dos conductoras: Sara y yo, Mara. La salida comenzaba el día 1 del mes de agosto, ni que decir tiene que el recorrido se esperaba, por lo menos, caluroso, ya que había previsiones de unos 43 grados a la sombra desde las doce del mediodía.

Con un coche normal, el recorrido podría hacerse en unas once horas, sin embargo, nuestro transporte no era, digámoslo así, muy normal. Así que ganaríamos el concurso si llegábamos a Malg en 18 horas.

Según el reglamento, el peso del GLEN1 junto a los conductores, no podía excederse de 300 kilos, así que decidimos llevar lo puesto; dos litros de agua para el camino y el combustible: que eran mondaduras de patatas (lo que más aporte energético daba), peladuras de naranjas y de limón (no sólo era buenísimo como carburante, sino que al quemarse, dejaba un espléndido aroma por el camino).

Salimos a la impronta hora de las 5,30 de la madrugada. Ninguno de los participantes conocía la ruta. Nos presentaron un maremágnum de carreteras comarcales y nacionales que pasaban por multitud de pueblos de montaña, con lo cual, el tiempo para llegar, nos lo aumentaron en dos horas más. Comenzamos el recorrido con la meta puesta en Malg en 20 horas.

Cada 4 horas debía haber un cambio de conductor, y debía descansar. Comencé la marcha yo, Mara.

En mi turno tuvimos que parar tres veces para recargar combustible. Las previsiones habían cambiado; en condiciones normales nuestro GLEN1 tenía autonomía de 2 horas con una carga completa del depósito. La temperatura a las 9,30 de la mañana era de 35 grados, y la altitud iba en aumento. Es decir, que las cuestas estaban acelerando nuestro motor una barbaridad y empeoraba con el calor. La ingesta de agua era necesaria por parte del conductor, cuatro buchitos, uno por hora.

En el segundo turno seguíamos ascendiendo al igual que el calor. Habíamos hecho seis paradas y nos quedaban apenas dos kilos de cáscaras de patatas. Nuestra estrategia para ganar el concurso estaba en la utilización exacta del combustible: primero las patatas, después las naranjas y limones.

A las 14,30 horas hicimos una parada para recargar, no solo nuestro GLEN1, sino también nosotras. Así cayó en mi tripa: un buen plato de patatas fritas, filete, huevo, unos frijoles y dos vasos de gazpacho. Sara es vegetariana.

Compramos agua y nos dirigimos a la basura del lugar. De allí rescatamos un variado de verduras. Tres bolsas de basura pusimos en el interior del GLEN1 bajo la mirada del cocinero, que mientras se fumaba un pitillo nos tachaba de locas.

Seguía siendo mi turno. Sara, recargaba pilas con una buena siesta, pero a las 17,00 horas el tufo del interior del GLEN1 era insoportable. La basura, con el calor, se pudría de forma acelerada. Recargué el depósito y el resto lo tiramos. Dejamos las pieles de limón y naranjas.

Hacía unas horas que el estómago me daba la lata, se nos había acabado el agua, así que, a las 22,30 horas, la sed nos corroía hasta los pulmones y no había ningún pueblo alrededor, ni una estación de servicio. Vimos una fuente con agua potable a los pies de una montaña, bebimos como locas y rellenamos las botellas. Las temperaturas habían bajado.

A las 00,00 horas Sara estaba en un sueño profundo. El agua estaba haciendo efecto con los frijoles del almuerzo, necesitaba entrar al baño. ¡Una gasolinera! ¡Cerrada! ¡El baño, cerrado!

No aguanté más, aparqué delante de dos camiones, la noche era cerrada, pero pasaban coches por allí, no aguantaba más. Me situé entre las puertas de los dos vehículos y allí mismo evacué, vaciando mi ser del calor; del agua no tratada, los frijoles y las malditas patatas fritas. En el momento de salir disparada para Malg, la última hora de camino, observé los camiones por el retrovisor. Un camionero salió de su cabina y dio el correspondiente salto para bajar, cayó justo en mi regalo. A partir de ese momento cada cinco minutos tenía que parar, sudor frío, retortijones, … Mi cuerpo debía vaciarse y Sara sin inmutarse. Llegamos a Malg a las 3 de la madrugada con mis bragas cagadas.

Habíamos perdido.

Autora: María José Vicente Rodríguez

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Twitter: @MariaJoseVicen

5 Comentarios

  1. Qué relato tan tuyo, Mary, cómo no. Me ha gustado mucho cómo al final todo se tuerce por algo tan natural como la vida misma. Lo llevaban todo calculado menos ese malestar que podía ocurrir.
    Desde luego, es un relato apropiado para cualquier tipo de persona y edad.

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