Sigo el rastro. En el reparto de humanos me tocó una señora que me deja ir a mi aire la mayor parte del tiempo y oler de aquí para allá, incluso cuando deseo pasar mil veces por la misma calle. Más de las veces de las que podría enumerar con mis cuatro patas y en cada salida, detecto un olor dulzón que prevalece por encima de otros que me agradan más. Mi humana me dice a todas horas que soy un buen perro, que soy muy listo… entre otras cosas que suenan tan lindas, por eso no sé por qué en determinadas ocasiones no me deja acercarme a ese olor y lamer las heridas de ese humano que llora por dentro. Es una pena que ella no se dé cuenta, porque también es una buena humana y juntos le daríamos un gran abrazo.
Fotografía: Laura Villatoro
Buenas, os dejo aquí una de las posibles reflexiones de mi perro. Seguro que hay muchas anécdotas que contar sobre nuestros peluditos. Saludos.
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Es precioso.
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Gracias.
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¿Quién puede adivinar sus pensamientos? Podemos intuir lo que les pasa, pero el relato es bonito porque juega con las emociones. Gracias Alicia por dejarnos conocer a Sam un poquito más. Un abrazo. 🙂
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A saber qué piensan, desde luego. Aunque a veces, parece eso. Que se acercan a las personas que tienen tristezas.
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Un abrazo, que proviene de un olor. Qué buen final, amiga, como siempre. Y que ganas de ver a Sam de nuevo.
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Ay, qué buen relato de un pequeño. Ese pensamiento tan inocente y despreocupado, y la forma de expresarse tan espontánea, fijándose en los más pequeños detalles y disfrutando de ellos. Algo me dice que esa humana lo tiene un poco consentido 😅.
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