Lo amó más que a la tierra que nacía de sus propias raíces; y así no se puede amar. Las raíces lo entendieron antes que ella, y por puro instinto de supervivencia (o egoísmo) comenzaron a reptar por el reverso de su piel, hasta dejarla hecha madera. Luego vino la tormenta, un rayo, el fuego de la vida, la muerte; cenizas, viento, lluvia, tierra mojada, petricor… Creo que algo de ella quedó. Pregúntenselo a él, que guarda alguna arenilla en un rincón sagrado del corazón.
Imagen: Canva
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Precioso relato Judith, conmovedor a pesar de como tú dices ese egoísmo reinante. Muchas gracias por estas joyas que escribes. Un abrazo enorme y besitos para ti.
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Me alegro de que te haya gustado, amiga poeta🥰🥰🥰
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¡Qué bonito, Judith!
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Muchísimas gracias 🤗🤓✌️
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Un hermoso poema.
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Muchas gracias, de ❤️❤️❤️
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¡Ohhh, que belleza! Otra vez por aquí, qu maravilla.
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Mil millones de gracias por tus palabras, querida Mari. Estoy muy contenta de estar de regreso 🥰🥰🥰
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