Hipnagoga, te vi, te escuché y te sentí. Viniste a mi cama, te mentiste en las cobijas, me abrazaste y me dijiste que me amabas.
Al despertar, solo estaba tu aroma, ligeramente penetrado en el ambiente.
Entonces tonta y vieja suelto el llanto. Tantos años de fidelidad para que me abandones así.
Lo decía el contrato, hasta que la muerte los separe, y nos separó. Estúpida y cristiana que fuí. Me arrepiento de todas los domingos de misa, los rezos, las consagraciones, los rosarios, los miércoles de cenizas, los bautizos, las insensatas bodas y los velorios. ¡Ay mi viejo, como te extraño!
Quiero, después de morir, seguir enlazada a ti. «Hasta que la muerte los separe» es una frase que añoraba escuchar, cuando era una joven enamorada. Ahora, vieja, artritica y… enamorada, no quiero estar lejos de tí, ni aunque la muerte este en medio de nosotros.
Hubiéramos pecado en vida, para que, muertos, nuestras almas estuvieran «condenadas» a penar juntas. Juntas.
Ahí en el cajón esta el contrato, lo puedo romper ahora, pero de nada sirve, ya es inválido.
Recuerdo de pequeña, escuchar a mi abuela sufrir lo que ahora sufro, «ya ven por mí, mi viejito» decía. Un año después, cuando ella falleció, pensé que se iba ir a su lado. Nunca preste atención a esa maldita cláusula del contrato, hasta que la muerte los separe.
Pienso que, los dos viven como almas perdidas, en un lugar donde ya no se reconocen. Donde cada quien por su lado, solo existe, sin pena ni gloria. En una inmensa soledad. Y a mí, jamás me gustó estar sola.
Los nietos me visitan muy seguido, y tú, adorable viejillo desgraciado, vienes muy poco. Este sentimiento y este dolor lo guardo para mí y solo para mí. Te amo ahora, te amé antes y te amaré hasta después de la muerte, tengo intención de violar ese contrato, porque tu, en cada visita por las madrugadas, me demuestras que allá donde estés, también lo violaste.
El enfermero vendrá esta tarde y le pediré que deje abierta la ventana. No sospechara que hoy, brincaré por ahí, con los brazos abiertos desde lo alto de este asilo, y de un golpe contra el suelo, me desprenderé de esta piel arrugada, para viajar hasta allá, siguendo el sonido de tu voz y alumbrandome con el recuerdo de tu mirada.
Oh, que duró final. Un gran amor que unió un contrato y finalmente los vuelve a unir la muerte.
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La maldita muerte que a todos nos acecha, pero que bien has reflejado Gibran la soledad que padecen tantas personas mayores, que en ocasiones las familias deciden que un «asilo», o una «residencia» para la tercera edad, es lo mejor. Cuando ellos estaban acostumbrados a estar con la pareja con la que desde el inicio firmaron ese contrato, Un final trágico y que sería tristemente más realista aún, si las fuerzas les acompañaran para hacerlo. Muchas gracias Gibran por regalarnos estas historias. algunas dolorosas, pero reales, Hay que intentar llenar el vacío de los mayores que tanto dieron por nosotros,
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Muchas gracias, Rebeca. Que bueno que te gustó.
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Me ha impactado este relato.
Quizás desde la muerte, exista algún modo de comunicarse con nuestros seres queridos, pero no todas las personas somos capaces de verlo.
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Que bueno que te gustó, Alicia !! 😉 ❤️❤️❤️
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Excelente!!! Es como un novelema corto. Tan sentido, tan real. Se le da muy bien la poesía a Gibran, a pesar de que no la explotar tanto como quisiéramos😉✌️🤩.
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