Todo tiene un precio, todo tiene una consecuencia

Él, Sifo, la posó sobre la arena de la playa imprimiendo el equilibrio que Fisha necesitaba; le rodeó el cuello con una cinta en la que pendía una pequeña esfera, en su interior se encontraba la esencia de sirena de su amada. Si ella quería seguir con vida, la esfera debía rozar siempre su piel, al igual que el colgante de él.

Fisha debía ser entregada en sacrificio a la llegada a la adultez, ya que su destino estaba marcado desde el nacimiento. La sexta hembra nacida cada año sería educada para ser concedida a Abis, mitad tritón mitad monstruo marino que regía las aguas hasta donde las aletas de las sirenas eran capaces de nadar en tres semanas marinas.

Sifo y Fisha quedaron atados al amor desde la primera mirada. Aún a sabiendas de su condición de elegida, Sifo no pudo reprimir sus deseos de tritón. Cuando la vio, hasta la última escama se erizó, se le aceleró el pulso y la respiración. No pudo contener la química que su corazón liberó y llegó hasta ella; el aroma desprendido de Sifo llegó con tanta dulzura a Fisha que envolvió su mente, acarició su cuerpo y se alojó en su alma, dejando de ser solo ella.

Las horas del día esperaban con ansiedad la llegada de la noche submarina donde sus cuerpos por fin rozaran el amor que tanto sentían. La noche se convirtió en cómplice de sus secretos.  Días antes de su sacrificio decidieron esconderse de su destino: cambiarían sus formas ya que podían vivir como humanos sobre la tierra y ser libres.

Dos días se amaron en libertad, ante el cobijo del sol y la luna, ante los cantos de la brisa, pero… Restos de sirenas y tritones flotaron a la deriva y llegaron a la orilla, rozando lo que ahora eran sus pies, rozando el miedo de ambos.

Abis, fue a buscar su ofrenda en las aguas profundas el día prometido y no la encontró, el sabor de la traición le envenenó la boca.

Toda la última estirpe de sirenas de aquellas aguas acabó entre sus fauces. Con la última vida que acabó, la esfera que portaba Fisha estalló en mil pedazos, al igual que sus alegrías y sus sueños toda esencia de sirena se desvaneció y su cuerpo cayó desplomado, acabando con su último suspiro. Sifo sintió como su colgante, su esfera, vibró y se resquebrajó; lágrimas brotaron tratando de limpiar la imagen que veía: a su amada cayendo al mar, fría como el témpano, sin un aliento que le diera vida; él cayó de rodillas tratando de llenar de aire sus pulmones, pero algo le impedía respirar, la esencia de su esfera volvió a él y su cuerpo humano cambió a su forma original, coleando sobre la arena; luchando por tomar contacto con su amada, aun muerta. Una ola lo arrastró. Tratando de respirar y de coger la mano de Fisha una imagen se congeló en su mirada: Abis apareció como si de un fantasma se tratara, lo observó a ambos, se dirigió lentamente hacia Fisha, se relamió, abrió su boca y la engulló. El último estertor de Sifo puso fin a su amor.

 —Todo tiene un precio, todo tiene una consecuencia— dijo Abis.

Autora: María José Vicente Rodríguez

(Relato desarrollado tras participar en el reto #FANFIC10 de #TúMiPoema en Twitter)