La laguna artificial.

En medio del parque central de la ciudad, esta una pequeña laguna artificial. Vine a sentarme a descansar. Los lunes, desde que amanece hasta el atardecer, son extremadamente estresantes, las calles a los alrededores están invadidas por el ruido de las bocinas y los improperios que se gritan los transeúntes unos a otros.

El sol se empieza a esconder, y siento paz. La tranquilidad de ese pez que se acerca a la orilla de la laguna artificial. Mueve sus aletas y se mantiene sereno, rojo como un rubí y que, a pesar de las nubes negras que avanzan veloces, brilla como una joya escarlata.

Agua tranquila cerca de mis pies, y una tormenta que se aproxima en mi cabeza. Pienso, sentada en la banca del parque, tan cerca de la laguna artificial. Recuerdo, ese vaso de agua que te hizo enfadar. Yo te lo serví junto a tu comida, pero una mosca, sedienta, fue y se embutió para beber. Entre las prisas de la cocina, tus hijos y tus propias necesidades, no vi al insecto caer. Y nos hizo pasar un trago amargo.

En la serenidad del agua, veo mi reflejo. Aun se distingue el moretón en mi cara, tan oscuro como las nubes de arriba, tan turbio como tu inestabilidad emocional.

Que irracional fue pensar, que yo puse la mosca en tu bebida, solo con el propósito de hacerte el mal. Así como tu violencia, tu vaso de vidrio reventándose en mi cabeza, tus patadas y mi quijada dislocada. Que irracional.

La lluvia llega suave. Golpetean las gotitas en la laguna artificial y una cae en mi lagrimal. Aprovecho entonces para llorar.

Luego el agua incrementa, cae con fuerza entre relámpagos y truenos. Y en mi cabeza, resuenan tus gritos sin sentido.

Las canaletas del parque empiezan a fluir, y me recuerdan esos días contigo, cuando el miedo fluía de mis pantaletas. Qué frío, qué miedo y qué tristeza antojan las tormentas.

Soy agua por dentro.

Cierro los ojos y me dejo acariciar. Y sonrío. Pues a mi memoria llegan, esas caricias húmedas y pequeñitas. Unas manitas que son parte de mi historia. Deditos tibios que abrazan y consuelan mi alma. “Vámonos mami, otra vez a la casa de la abuela” Resuena su voz en mi cabeza, con los golpeteos de la lluvia sobre el pasto.

Siempre fui agua, y siempre lo seré. En tempestad y en bonanza. Soy un océano de sentimientos. Pediste beber de mí, nadar en mí, fluir como un río conmigo. Pero siempre fuiste una mosca ahogándote en un vaso de agua. Sobreviví a tu ultima golpiza. Se me cayó mi cielo. Quédate con tus puños, tus gritos y tus celos. Yo no tengo para ti nada, mas que un corazón de hielo.

5 Comentarios

  1. ¡Que maravilla de relato!, Gibran HD. Me ha gustado mucho, me ha hecho recordar tiempos pasados que no fueron buenos. Pero, a pesar de la dureza que envuelve, la emoción y el color que le das, hacen del relato una buena lectura: que finaliza con un buen recuerdo. ¡Muchas gracias por tu relato!

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  2. «La lluvia llega suave. Golpetean las gotitas en la laguna artificial y una cae en mi lagrimal. Aprovecho entonces para llorar».
    Un relato que es vida para muchas mujeres.
    Me he quedado de piedra leyéndolo, de verdad, has sabido como narrador meterte en el papel de una mujer maltratada para dar voz a cosas que jamás deberían ocurrir.

    Le gusta a 2 personas

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