Corría otra época.
Tiempos de cal,
de carreta y de corral.
De flores en la ventana,
de calles con adoquines,
y de quitarse el hambre a patadas.

Es el Tano un charlatán,
vendedor de poca monta
con un carro y un morral,
una burra y dos alforjas;
por la calle de la Alondra,
va ganando su jornal.
Su madre fue una señora,
algo pobre pero honrada.
Su casa una habitación,
con dos sillas y una cama
y un perrillo juguetón.
Juntando como una hormiguita
guarda mucho y gasta poco,
de pan se compra una miga,
de chorizo ni la guita,
y hasta los calzones rotos.

Con tesón y mucha labia
(y algún que otro coscorrón),
convence a los caballeros,
hace cumplidos a las damas;
les vende el clavo hasta al herrero,
jaboncillo y crece-pelo
y hasta las muelas saca.
Y así, poquito a poquito
con picardía y jarana,
ha reunido un dinerito
para emigrar a la Habana
y si una pizca le sobra,
se va temprano al Trastero,
para sentarse el primero,
que ya va a empezar la copla
(y no sabe la coplera,
lo que la admira el trilero).
Es El Trastero un local
que queda cerca del puente:
en cada mesa un candil,
un tipo con un mandil
sirve vasitos de anís
a gente poco decente.

“¡Canta, Candela mía,
que ya no te veo mañana,
y cuando embarque, tu copla
quiero llevarme en el alma!”
Esa noche hay cachondeo,
está lleno hasta la bola
porque canta la Candela,
que es la coplera de moda.
Por detrás del escenario
está cargado el ambiente,
y acariciando un rosario,
con un temblor en el labio,
da Candela un paso al frente.
“Vamos —se dice en alto—
una vez más, por tu gente…
Antes de subirte al barco”.

Y canta, como ella sabe,
con el corazón y la mente,
con el alma incandescente
hace llorar a la gente,
y al Tano, soñar despierto,
que los dos a Barlovento,
se van a buscar la suerte.
“—Adiós —piensa el Tano—
Adiós, Candela bonita,
tal vez un día la vida
nos vuelva a ver frente a frente.
Hasta entonces, vida mía.”
Amanece azul el día,
el barco espera en el puerto,
la Candela, compungida,
el Tano, con semblante serio.
La una, mantón de manila,
el otro, pañuelo al cuello.
Hay un brillo en sus pupilas
al encontrarse en el puerto;
allá suben, sorprendidos,
y de pronto sonrientes.

Y en un atardecer dorado
van cogidos de la mano,
sorprendidos de su suerte,
a buscar la nueva vida,
la cantaora y el Tano.
Autora: Rosa García Gutierrez
Instagram: @55caminos
Una historia de amor en una poesía preciosa. Magnífico
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Muchas gracias ! Me alegro de que te guste 😉
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Pero que historia de amor más hermosa, Rosa. Creastes escenas maravillosasa en tus versos.
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¡Un millón de gracias a ti por publicarla guapa!
Un besazo y espero que pronto nos veamos en más aventuras literarias.
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Me encantan los invitados de Submarino.
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Un poema precioso, tipo copla de arte menor, (si no me equivoco). Aunque no me he puesto a contar; porque me he quedado con ese pellizco del amor, su autora nos ha llevado de la mano con esta historia tan romántica, a pesar del drama inicial. Me ha gustado mucho, muchas gracias por dejarnos tú arte. Un abrazo enorme.
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Qué poesía tan linda. Tan bien escrita y con tantas emociones. Ha sido un placer leerla.
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