Soledad tenía una costumbre, algo que le parecía normal, pero que muchas veces temía fuera un pecado. Algunos días trataba de convencerse de que no era nada malo y de que todo el mundo lo hacía, pero cuando estaba en misa y veía a la señora que rezaba el rosario, no podía imaginarla haciendo lo misma que ella. Tampoco creía que la maestra de la escuela o las clientas de su taller lo hicieran. Día tras día y noche tras noche, Soledad se debatía entre si esa costumbre era algo común o un pecado.
En alguna ocasión pensó en contárselo al cura del pueblo, pero el Padre Celestino era muy estricto y no solo imponía rigurosas penitencias, sino que además solía contar los pecados de sus feligreses en la misa de los domingos, claro que sin señalar el nombre del pecador, pero aún así, Soledad sabía que si el padre mencionaba su pecado a mitad del servicio, ella ardería de la vergüenza frente a todos.
Un día, preguntó a una religiosa, amiga suya, si estaba pecando por guardar un secreto a su confesor. La monja le dijo que lo compartiera con Dios para tranquilizar su alma. La recomendación le funcionó de maravilla y Soledad empezó a disfrutar de su costumbre cada noche. Decidió llevarse el secreto a la tumba y hubiera sido así de no ser por un accidente doméstico que le costó la vida.
La fortuna quizo que fuera la misma religiosa que le había dado el consejo, la que la encontrara. Y ella, al ver a su amiga desplomada junto a una novela erótica, se lo guardó entre los hábitos y rió a carcajadas pensando «¡Lo bien que la hubiera pasado Soledad en nuestro club de lectura del convento! Justo discutimos este libro la semana pasada.»
Esta lectura me ha hecho recordar, cuando yo trabajaba de socorrista en un distinguido club y las mujeres leían cincuenta sombras, y escondían la portada, pero yo que soy una lectora de muchos géneros literarios leí de que iba una fea costumbre, pero me encanta ver lo que lee la gente y sonreía diciendo cuánta hipocresía..
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Gracias por leer y por comentar.
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Que buen relato Maru, me ha gustado mucho. Cuántas veces la realidad a superado la ficción, y por desgracia a lo largo de los siglos la lectura ha tenido muchas barreras. Muchas gracias por tu magnífico relato. Un abrazo enorme y besitos.
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Gracias, Rebeca. Lo importante es disfrutar la lectura.
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Me encantó tu cuento, el mensaje pone a reflexionar en todo aquello que se calla por seguir lo que para la mayoría es “correcto”, dejando de lado el propio sentir. De verdad que es maravilloso.
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Gracias, Jazzz querida. Nunca es tarde para aprender que la vida es una y que hay que vivirla sin pensar en el qué dirán.
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Súper cierto 👏🏻👏🏻👏🏻 eres una maravillosa escritora.
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Jajaja, es buenísimo el final. El relato te mantiene intrigada y el final es divertidísimo.
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Cada uno con sus pegados. Gracias por leer y comentar.
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En mi familia teníamos sacerdotes y monjas. Una vez conversando con una de ellas, le comenté que vi que cometían errores y que yo no comprendía por qué si estaban consagradas a Dios. Me respondió: seguimos siendo seres humanos. Este cuento pone de manifiesto el temor a pecar que inculca la religión, que no domina a las pulsiones humanas.
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El mundo será mejor el día en que podamos sentirnos libres de prejuicios y amar en libertad.
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Jajaja. Qué bueno, Maru, y qué buen final. Quién se iba a imaginar algo así 😂😂
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Gracias, Olga. Así es la vida, se ríe de nosotros.
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