Rosas por siempre (Santiago Pereyra Yaquelo, @SHojalata, autor invitado)

Había una tierra llena de rosas, de distintos tipos, colores y fragancias. Eran las tierras de Jaime, el florista del pueblo. Todos los días, cuidaba sus flores con amor y esmero. Y aunque finalmente las vendía, no cortaba jamás ninguna, sin hablar antes con ellas y explicarles su destino.

– Mis queridas rosas rojas, hoy sólo requiero a tres de vosotras, me las ha pedido un joven para su amada, siendo ellos padre y madre por una hermosa niña recién nacida.

– Querido florista, corta las que necesites para hermosa familia y así, las escogidas, llenarán de gozo sus corazones.

Sí, a su manera, las rosas le hablaban, le daban su permiso para ser cortadas y jamás le pinchaban la mano con sus espinas.

Otro día, se dirigió a hablar con las rosas blancas…

– Rosas blancas, que hermosas estáis hoy. ¿Sabéis? Hoy un niño me ha pedido una rosa blanca para disculparse de una travesura hecha a su hermana.

– Querido florista, llévale dos de nosotras, por el buen acto de querer disculparse.

– Qué amables, eso haré. Muchas gracias, queridas rosas blancas.

Y así, con todo cuidado, se tomó dos. El niño se disculpó y pudo hacer las paces.

En su tierra, cada día, el florista seguía cuidando a sus rosas, incluyendo a las negras. Esas, se las pedían en especial para recordar a los que ya no estaban con nosotros. Como todas, ellas sentían afecto por quien las cuidaba.

Pero un día, se desató una furiosa tormenta en el pueblo. Puertas y ventanas se cerraban rápidamente, se suspendieron las clases y enviaron a los niños a casa. Durante la noche, el viento soplaba con gran intensidad, la lluvia arreciaba… y el pobre Jaime, angustiado, veía el sufrimiento de sus flores. Apenas logró recoger dos o tres flores de cada una, para salvarlas en macetas de su humilde morada. Las demás, lloraban. Sabían que no era culpa del hombre, pero igual sentían su agonía.

A la mañana siguiente, cuando las nubes se dispersaban, salió con lágrimas en los ojos a estudiar el daño. De todas las docenas y docenas de rosas, sólo una rosa negra había resistido el embate del viento. Se la notaba fatigada, empapada, con pétalos caídos.

– No me alcanzan las palabras, pequeña rosa negra, para disculparme por no haber podido salvar a tus hermanas. Si me permites, te llevaré a casa, te cuidaré con cariño y ya verás como en poco tiempo, recuperarás todos tus pétalos.

– No ha sido tu culpa, querido padre. Fue inevitable, era su tiempo. Solo te pido, no me cortes, ni trasplantes, déjame aquí morir junto al resto de mis hermanas.

– Pero puedo salvarte, querida rosa, puedo llevarte a casa.

– Gracias, pero no. Te pido que me dejes morir aquí. Sólo pido algo, cuando al fin esté marchita, recoge algunos pétalos míos y de mis hermanas que han caído. Si nos plantas juntas, renaceremos.

El hombre, respetó su deseo. No sería fácil, pero empezaría de nuevo. Tenía semillas, las flores que había salvado en casa y los pétalos, uno de cada flor que habían sido arrancadas en la tormenta.

Cuando la rosa negra se marchitó, recogió sus pétalos y los enterró, junto con los de sus compañeras y una semilla en tierra.

El tiempo pasó. Poco a poco, se llenaba nuevamente la tierra de rosas, que eran sembradas, regadas con amor y con palabras afectuosas. Y un día, una hermosa rosa, brotó. Era distinta todas las demás.

Esa rosa, era hija de aquellas que, como la negra, habían perecido en el temporal. Sus pétalos eran rojos, blancos, amarillos, violetas… y negros. Sí, negro, como el color de aquella que no quiso ser salvada. Juntas, quienes no resistieron la tormenta, habían renacido como un arcoíris multicolor.

Nunca fue cortada. Así fue el símbolo de unión entre el hombre y flores, las de ayer y las de hoy.

Y así culmina la historia de Jaime, el humilde florista del pueblo, quién con sus amadas rosas, siempre tenía una flor, para obsequiar en cada ocasión.

FIN.

Biografía

Santiago nació en Colonia del Sacramento, Uruguay, en el año 1977. Toda la vida ha estado conectado a los libros, además del gusto por la lectura, nacido de las aventuras de Salgari, Julio Verne y tantos otros, hasta trabajar de forma honoraria en una Biblioteca Pública de su ciudad durante muchos años.

 El gusto por la escritura, sin embargo, fue un anhelo que estuvo esperando el momento para surgir.

De niño, ganó un concurso escolar, siendo su escrito – sobre un árbol mágico – el ganador de su clase. Sin embargo, no fue hasta hace 3 o 4 años que comenzó a escribir activamente, inspirado por sus primeras seguidoras. Y tanto ver la escritura en Twitter, que fue el momento del despertar, como cuando la crisálida se rompe y surgen, en este caso, letras, microrrelatos, versos y cuentos, entre otros estilos narrativos.

Hoy forma parte de Corazón y Letras, un grupo de amigos sin fronteras que tienen en común el talento por las letras y el compañerismo, así también de SocioEscritores, un equipo muy próximo a los destacados miembros de Submarino de Hojalata – donde incluso ha tenido el honor de aparecer en alguna ocasión en sus revistas y participar en sus tan interesantes retos – compartiendo pluma con poetas y escritores de mucho talento, creativo y humano.

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