Se permite dos lágrimas al día, para desahogar al alma de los pesos de sus pasos. Cuando llegan al ángulo de su barbilla, secas, agrietadas por el viento frío, tiembla su boca; se contrae cada músculo de su rostro, y vuelve a sonreír. Porque son lágrimas de la noche, y la noche sabe de lo prohibido; y no hay nada más prohibido que los sueños ahogados en sal.
Imagen: Pinterest
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Muy hermoso, Judith. Casi me gusta más cuando escribes esta luciente prosa poética que cuando empleas el verso.
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