+ Lissette. – Monsieur Christophe, ya estoy aquí de nuevo, traigo el pan de la boulangerie de madame Margot, también el vino de la taverne de monsieur Césaire. Y bueno, he parado un momento a tomar café, y allí estaba el señor que suele venderme algún poema de los que escribe en el papel de las cajas de fruta del mercado.
Me da mucha pena ese pobre diablo, quién sabe si lo que se le da por esos poemas y esos escritos se lo gasta en vino…pobre hombre. Hoy todo lo que ha comido ha sido una sopa de cebolla que le ha hecho alguien en el mercado con los recortes de unas cebollas, las raspaduras de las cortezas de algunos quesos, un poco de pan duro y un par de huevos escalfados que ya estaban rotos. ¡Qué suerte tenemos Monsieur Christophe!
– Monsieur Christophe. – Que razón tienes gorrioncito, ¿y todo eso lo has visto con tus ojos?, ¡qué suerte la tuya ver todo lo que ocurre a tu alrededor! ¿Has saludado de parte mío?
+ Lissette. – Si que lo he hecho, y todos me han dado recuerdos y una mano para usted. Y sí, sí que me gustaría que usted pudiese ver lo que veo, lo que vemos los demás, pero usted tiene detrás de las ventanas de sus ojos unas lentes que traducen lo que otros ven y no entienden.
– Monsieur Christophe. – ¡Que grandeza en lo que dices y en lo que entiendes! Pero, léeme eso que dices que le has comprado a ese que dices que come sopa de cebolla en el mercado, que quiero oírlo con tu voz española y afrancesada. ¿Qué me dices, que lo escribe en el papel que traen las cajas de las manzanas?
+ Lissette. – Sí, Monsieur Christophe, este hombre escribe en el papel que trae las cajas de las manzanas en el mercado. Este papel que le he comprado hoy es un relato corto, ¡Quién sabe que le habrá motivado a escribir lo que ha escrito! A ver, tengo aquí el papel:
«He puesto café en mi copa para vino; para festejar despierto que merezco vino. He dejado de conocer a quienes no me conocen, porque esperan de mí lo que no me basta. He puesto en el horizonte lo que quiero tener cerca, y voy hacía ello. He dejado de dejar para mañana lo que ya ayer quería. He empezado a terminar lo que debe de no estar solo empezado.
He empezado a estar sin pensar hasta cuando»
– Monsieur Christophe. – ¡Me ha encantado, gorrioncito!, como todo lo que traes de tus mañanas en la calle.
+ Lissette. – Muchas gracias, Monsieur Christophe. Pero yo solo lo he leído, no voy yo a traer nada así de bueno de mis mañanas en el mercado. Le diré al mendigo que a usted le gusta como escribe.
– Monsieur Christophe. – Jeje, ¡qué cosas tienes!, a ver dame un vaso de vino y un poco de queso que has sacado del papel ese que dices que es de las manzanas, que a mí no me engañas.
Una cosa es que sea ciego y otra que sea tonto.
Esta noche si quieres haces una sopa de cebolla, que sabes que me gusta como la haces, y con respecto a lo que me has leído, que sepas que a ti nadie te impide nada, eres tú, tu propia villana, ¿Cuántos años llevas trabajando en esta casa?
+ Lissette. – Pues, me está poniendo usted nerviosa Monsieur Christophe. Pues yo llevo como quince años trabajando con usted, justo cuando murió madeimoselle Francine.
– Monsieur Christophe. – Bueno, fue una gran pérdida y un buen encuentro, cada cosa en su sitio. Mira gorrioncito, yo sé que todo lo que me lees lo has escrito tú, ese hombre del mercado no existe, y si es así dile que venga que le compro todo lo que escriba. Con ese ganamos dinero, ¡dilo conmigo!
+ Lissette. – Uff, muchas gracias por lo del buen encuentro si se refiere usted a mí, y con respecto a madeimoselle Francine yo a usted le acompaño en el sentimiento, aunque no la hubiese conocido. ¿En serio que es bueno lo que le leo?, mmm, yo no sé qué decir, usted sabe que a mí no me gustan las mentiras.
– Monsieur Christophe. – No te preocupes, jeje, tú realmente a quien has mentido es a ti misma, sabes igual que yo, que no solo es tuyo cada uno de los textos que me lees, es que incluso ni los lees, ese papel que oigo una vez y otra sacar de la bolsa unas veces es con pescado, otras con fruta, o lo que sea, tú lo que me lees lo traes en esa cabecita de mármol.
+ Lissette. – Le prometo que no sé dónde meterme, por un lado, siento mucho haberle mentido, y por otro me parece muy gracioso que me haya descubierto. No sé qué hacer.
– Monsieur Christophe. – ¡Qué vas a hacer chiquilla!, vamos con esa sopa de cebolla esta noche, y mañana no te entretengas con ese que dice que escribe, jeje. Vas donde Germaine y te compras una pluma, tinta y papel, que yo no te voy a durar toda tu vida como jefe y ese que escribe no te conoce.
Juan Miguel Arrabal Martín. La piedra horadada. https://www.facebook.com/pages/category/Personal-Blog/La-piedra-horadada-340334539988141/
Gracias por sumar tu texto a nuestra web.
Me gustaLe gusta a 1 persona