Aún recuerdo esa sonata, ese armonioso sonido al despertar, estrepitosas notas cristalinas acribillando el lúgubre silencio de aquella vieja casona, un suave olor a pan de centeno y una taza de café llenada apenas por la mitad, mi desayuno, como cada día, se encontraba a un lado de mi cama, pero esa vez decidí no tomarlo, me levanté y como si se tratara de una fragancia, seguí el sonido de las notas que me condujeron a la planta baja, al llegar a los últimos peldaños de la escalera, detuve mi andar y pude verte en el fondo de aquel vestíbulo de grandes ventanales, impregnada en ese vestido color bermellón, el mismo vestido que usabas todos los días desde hacía ya algún tiempo, los tenues rayos de luz que se filtraban, iluminaban tu abundante y pelirroja cabellera, tus dedos danzaban impecablemente por entre las teclas de aquel viejo piano, reproduciendo pálidamente esa cíclica melodía que desprendían tus manos cada mañana, tu mirada, perdida y dispersa, se dirigía, atravesando la ventana principal, hacia aquél descuidado jardín que hacía ya tiempo no podabas, aquel jardín que era tu pasión y del cual hablabas todo el tiempo, conmigo, con las visitas y con el vendedor de la tienda de plantas en el centro de la ciudad, aquel majestuoso jardín que te absorbía casi por completo y del cual me comencé a sentir celoso.
Pero todo cambió aquella fría mañana en la que después de varios días con migraña saliste hacia el jardín y como atraída por una fuerza inexplicable excavaste debajo del rosal central que comenzaba a pudrirse y la encontraste, una extraña criatura con los ojos cerrados que se inflaba en siniestras palpitaciones, la oprimiste entre tus manos, viendo emerger aquella masa inmunda de su interior la cual cubría un mechón de cabellos rojizos envueltos en un trozo de tela negra, aterrada, entraste a contármelo todo, te aconseje guardar el secreto ya que la gente podría pensar mal de nosotros o especular sobre tu estabilidad mental, y así, en aquel otoño inicio tu misterioso y oscuro descenso hacia una introversión casi maldita, el tiempo transcurrió, yo continuaba amándote a pesar de que hacía mucho que ya no habitabas en ti, a pesar de que aquel extraño padecimiento fue devorando tu lucidez tan lentamente, minuciosamente, como larvas que se alimentaban de la razón, tus ojos, opacos como tus días, no podían enfocar ya la realidad.
Dulce amor mío, tu fragancia ha expirado, tus palabras se han extinguido y aquellos sublimes poemas que recitabas, hoy yacen olvidados en un cajón bajo llave, dulce amor, casi te has marchado por completo, pero mientras tanto, me sentaré a tu lado a escucharte tocar una y otra vez aquella melodía, esa fúnebre melodía que resuena triste en cada rincón de esta inmensa habitación, será mi pago por lo que te hice, porque lo único que deseaba era que te olvidaras de aquel jardín, y ahora te tengo aquí, solo para mí, como un viejo e inerte cascaron, malditas mis manos aquella noche confusa cuando tomé un poco de tu cabello al verte dormir…
Biografía literaria:
Originario de Ciudad Sahagún, Hidalgo, México, estudió Diseño Gráfico y posteriormente Psicología.
Su gusto por las letras inició desde muy temprano, su estilo literario es oscuro y nostálgico.
Actualmente ha publicado sus escritos en diversos medios digitales e impresos.
Tremendo este relato. El toque gótico te hala desde lo más profundo del raciocinio, hasta consumirte en un trance de la misma locura protagonista de la historia. La narración es maravillosa, con una cadencia que parece una «sinfonía fúnebre» letal y adictiva al mismo tiempo. Me encantó 😱💕💕💕
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