En aquel tiempo no había humanos, solo los ángeles caminaban por la tierra, con formas etéreas y fantásticas. Tenían como única función, crear los terrenos fértiles del Mundo, el cimiento de la humanidad que debía prosperar allí. Pero no venían solos, sino en pareja, cada uno acompañado de un “Centinela”, quien era el encargado de cuidar no solo sus cuerpos celestiales, sino la labor creada por ellos; algo sagrado que debía ser perpetuo.
Cada ángel nacía junto con uno de estos fieles guardaespaldas, y era enviado a la tierra recién formada junto con él, formando la sincronía de la pareja perfecta. Uno era el creador, el otro, el cuidador.
Eso fue en aquellos tiempos en que el mundo se creó, y todo dentro de él, donde solo los ángeles podían bajar a esta tierra y eran creados por y para ella, para abastecerla y protegerla de cualquier agresión malévola, o de cualquier equivocación o disociación del curso normal de esta colosal creación.
Él no era distinto a toda aquella raza superior. ¿O sí lo era? A pesar de estar programado y creado para y por la misma razón de miles de millones de ángeles más, había algo que lo diferenciaba. Comenzó sin darse cuenta, en un cierto punto, tan minúsculo como una sensación, que se tornó poco a poco en sentimiento, y finalmente, la idea que le dio la razón a esa diferencia.
No era solo la ya conocida emoción por la creación a la que estaba predestinada a dar su vida, sino un sentimiento más complejo y profundo. Eso que sentía, lo que le hizo distinto al resto, único en su especie, era el amor.
Aquello vetado para los dioses y entendido como un pecado mortal, lo llevaba, poco a poco por un camino diferente al resto de su prole. Le cambió la mente, el cuerpo y el alma. Violó la más estricta norma: “amar solo el fruto que creas”. Amó a alguien y no algo; se enamoró de su centinela.
Y no le bastó sentir, sino que convirtió a aquel centinela en su vida, en el centro de su eje natural, por varios miles de millones de años. Dejó de prestar atención a su pedazo de creación, y esta poco a poco fue mitigando su energía vital, hasta quedar a las puertas de la muerte.
Cuando los dioses se enteraron de aquella calamidad, ya era demasiado tarde. Aquel pedazo de tierra que con tanto amor había sido creada, parecía irremediablemente, junto con cada estructura que la componía, todo su maravilloso ecosistema, un putrefacto páramo deshabitado desde siempre.
Continuará…
📷Pixabay\Editado con PhotoDirector
¡Me encanta!
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Inmensa vuelta de tuerca a la historia ya conocida.
Una delicia llena de lírica y belleza.
Un poso que cambia todo.
Impresionante 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
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Millones de gracias por tus palabras, Iván. Siempre sacas tiempo para mis letras🙏❤️
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❤️❤️❤️❤️
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Impresionante el primer capítulo Judith, por todo: cómo está escrito, como te sumerges en la trama (he releído varios fragmentos para palparlos más), cómo engancha, la originalidad de la historia…
Me ha gustado mucho la idea de la Creación del texto, me ha recordado a la mitología.
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Significan mucho para mí estas palabras; sé que eres una lectura meticulosa y eso me encanta 🥰🥰🥰🥰
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