Mayo del 2020 fue un mes extraño en todo el mundo. Unas semanas antes nadie podía imaginar lo que íbamos a tener que vivir con la llegada de la COVID19. El ser humano ya había pasado por pandemias, pero nunca una nueva enfermedad afectó tanto al planeta entero.
Por esta razón, en el club de lectura de Sinopsis Compartida hemos elegido el mes de mayo para tratar el género distópico y para ello, se ha tratado La guerra de los mundos de H. G. Wells.
H. G. Wells es considerado como uno de los padres de la ciencia ficción y, al igual que Julio Verne, tuvo una `visión profética´ sobre el progreso humano. Previó en sus obras la llegada de los tanques, aviones, viajes espaciales o la televisión por satélite.
Pero también era un autor preocupado por la realidad social de su tiempo y escribió obras en defensa de los más desfavorecidos como Ana Verónica por los derechos de las mujeres o La máquina del tiempo que trataba la lucha de clases.

En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él…
La guerra de los mundos es la primera novela que trata una invasión extraterrestre por una especie muy superior a la humana. Este suceso es un ‘golpe’ para la mentalidad de la Inglaterra imperialista, industrial y victoriana del momento que se consideraba un ente superior, a la vez, que era una dura crítica contra las políticas colonialistas de Reino Unido en África y Asia: la invasión extraterrestre era un símil de las acciones de los colonos contra los países dominados.
El término ‘extraterrestre’ no tenía significado alguno para la mayoría de los mirones.
…La extaña boca en forma de uve, con su labio superior en punta, la ausencia de frente; la carencia de barbilla…el incesante palpitar de esa boca; los tentáculos, que le dan el aspecto de una gorgona…
Esta primera frase dicha por el narrador es literal. Aunque hay constancia de que la palabra ‘extraterrestre’ existe ya en la segunda mitad del siglo XIX, esta no era conocida por la mayoría de la población. Fue, precisamente, H. G. Wells con La guerra de los mundos quien popularizó el término llegando a crear la subcultura extraterrestre.
A esto ayudó mucho las descripciones tan gráficas que construyó H. G. Wells sobre estos seres, acompañadas por las ilustraciones de la época generando todo un movimiento interesado en investigar la existencia de estos seres de inteligencia superior tan ideales para las revistas ‘pulp’.
Era la delegación. Habíase efectuado una apresurada consulta, y como los marcianos eran, sin duda alguna, inteligentes, a pesar de su aspecto repulsivo, se resolvió tratar de comunicarse con ellos y demostrarles así que también nosotros poseíamos facultades razonadoras.
H. G. Wells no es un autor que se caracterice por un estilo muy trabajado ni tampoco que se guiara por las técnicas literarias para tener una narrativa de gran nivel. Él mismo dijo que solo le interesaba contar y dar su mensaje y no la forma de escribirlo. Por eso, hay frases y párrafos que se pueden pasar por alto sin tener en cuenta el mensaje que hay detrás porque estos están repartidos por toda su obra. En este caso, en particular, quería derribar la idea supremacista imperante en la sociedad anglosajona de la época victoriana. Los británicos estaban convencidos de que eran superiores a la mayor parte de la población mundial y que formaban un imperio imposible de abatir. Escribió esta novela para mostrar lo absurdo de esta idea y la posibilidad de que, algún día, ellos pudieran estar en el bando del más débil.
…no me causaba horror ni remordimiento; lo consideraba simplemente como algo terminado y como un recuerdo desagradable, pero nada más… No sentía remordimientos.
…No hubo testigos; bien podría haber ocultado estas cosas. Pero lo incluyo en mi relato… y que el lector se forme el juicio que le dicte su criterio.
Y es que en esta obra, se aprecian las inquietudes sociales del autor al tratar temas como las relaciones interpersonales dominadas por el individualismo; en situaciones extraordinarias no hay espíritu altruista, sino un mundo egoísta y cobarde donde se sacrifican a los débiles.
…muchas personas opinan que deberían hacer algo, los débiles de carácter y los que se debilitan con mucho pensar siempre inventan una especie de religión de brazos cruzados, muy pía y superior, y se somenten a la persecución y a la voluntad del señor.
Por eso, dibuja un mapa con distintos perfiles psicológicos: por un lado, los dignos de su respeto como el intelectual o el militar que se sacrifica por los demás y, por el otro, los cobardes, a pesar de su autoridad (cura), y los vagos o procrastinadores (artillero).
…se volvieron todos y empezaron a empujarse unos a otros desesperados por escapar hacia Woking. Deben haber huido tan ciegamente como un rebaño de ovejas. Donde el camino se angosta y pasa por entre dos barrancos… se libró una lucha desesperada.
No todos escaparon…
A la vez que también critica la fe ciega del pueblo en los políticos, para el que utiliza el símil de un rebaño de ovejas que huye ciegamente a una posible perdición por culpa de la ineptitud de los gobernantes.
Transcurrió entonces un tiempo de suspenso intolerable y lo oí luego tocando el cierre. Había encontrado la puerta y los marcianos sabían abrirlas.
Este párrafo que no llega a los dos renglones me ha parecido tan potente que he visto necesario citarlo. La novela es una especie de diario que explica lo acaecido en Gran Bretaña durante las semanas que duró la invasión extraterrestre. En ocasiones, puede parecer monótono o previsible, pero el autor hace uso de la acción y del suspenso, sobre todo, a partir de la segunda mitad del libro y hay un momento en que la tensión estalla. Esto es cuando el protagonista pasa un día entero escondido en una habitación de una casa en ruinas tratando de que no lo capten los tentáculos de uno de los marcianos que se han introducido por una grieta en busca de algún ser vivo; lo que pasó se cuenta más arriba.
…me resulta extraño pararme en Primrose Hill… y ver el gran conjunto de edificios apenas dibujados tras el humo y la niebla, descubrir a la gente que camina de un lado a otro entre los macizos de flores de la cuesta, contemplar a los curiosos que rodean la máquina marciana… oír las voces de los niños que juegan y recordar la vez que lo vi todo con claridad y en detalle, desnudo y silencioso, al amanecer de aquel último día de gloria…
Lo importante, al final, no es si ganan los humanos o no, sino cómo será la humanidad tras la terrible experiencia y la escena que se encuentra es de esperanza y aliento. El Hombre es un animal resiliente y fuerte, pero que también olvida pronto.

Como se ha dicho antes, H. G. Wells es una autor al que no le importa el estilo ni la técnica. No busca un trabajo perfecto, ni siquiera correcto; él solo está interesado en contar una historia con la que dar su mensaje, aunque también hay que tener en cuenta la época y la sociedad en las que vivió.
Es por esto, por lo que en el libro hay momentos que llaman la atención cuando lo leemos desde nuestra perspectiva. Por ejemplo, en el primer capítulo hay una frase que hoy sería repudiada: ‘A pesar de su apariencia humana, los tasmanios fueron exterminados por completo…’. Pero también, se puede observar que, a lo largo de la narración, cambia los tiempos de los verbos; repite mucho un mismo término y hace un gran uso de los adverbios.
Sin embargo, aporta muchos detalles gráficos en la descripción de los marcianos, además de otros técnicos o científicos provocando una caída de todo lo espiritual ante las evidencias de la tecnología y la ciencia.
Con base en La guerra de los mundos de H. G. Wells, nace la subcultura extraterrestre. Se popularizó este término al igual que ‘marciano’ o, también, ‘alien’ que, hasta entonces, significaba extranjero. Y empezaron a crearse obras de ciencia ficción y ‘pulp’ con este tema.
A Wells lo siguieron muchos autores que adoptaron su estilo narrativo y temas tratados. Un ejemplo de ello es Crónicas marcianas de Ray Bradbury.
Pero La guerra de los mundos alcanzó su momento culmen el 30 de octubre de 1938. Un joven Orson Welles adaptó la obra para su ‘serial radiofónico’ que se emitió como un noticiero. La narración fue tan real que provocó la histeria colectiva entre la población de Nueva Jersey.
Sin embargo, la emisión de Orson Welles no fue nada comparada con la de Radio Quito el 12 de febrero de 1949. El resultado fue: pánico, suicidios y, cuando se descubrió que no era real, una ciudadanía enfurecida que incendió el edificio ‘El Comercio’ donde hubo cinco fallecidos.
Además, existen numerosas adaptaciones a la televisión y al cine de La guerra de los mundos, aunque la mayoría se sitúan en los Estados Unidos, pero todas muy fieles al libro. La última y más conocida es la de Steven Spielberg de 2005 donde aparecen las famosos trípodes.
Aunque también hay otras obras inspiradas en La guerra de los mundos como este musical de Jeff Wayne que nos envió @GustavoSierraF1 y del que se ha creado un vídeojuego.

Esto es lo que diferencia a una obra genial: a pesar del tiempo transcurrido, de la evolución del estilo narrativo y de los cambios en gustos del lector, aquella permanece actual y seguirá siendo una crítica de los sociedad de todos los tiempos. Así es La guerra de los mundos.
Olga Lafuente.
Una gran reseña.
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