“…Y pasó el tiempo
y pasó un águila por el mar…”
José Martí/Los zapaticos de rosa
Ella sonrió y tomó el caramelo que él apenas lograba sostener inmerso en una reacción de pánico. No tuvo tiempo de llevarlo a su boca; la bocina de un carro que acababa de aparcar en la acera le hizo girar la cabeza en esa dirección.
–¿Cómo te llamas?-le preguntó ella mientras le retornaba el caramelo que no había tenido tiempo de saborear.
Del carro se bajó un señor con una sombrilla, que se acercaba a ella al mismo tiempo que su cachorro la halaba hacia afuera.
–¡¿Como te llamas?!–le seguía preguntando ella desde el cobijo de la sombrilla, casi gritando.
–E, E, E–tratamudeó–se había quedado inmóvil sin atinar a articular palabra alguna; la valentía anterior había desparecido y estaba totalmente suplantada por una intranquilidad mental discapacitante.
Se esfumó ante sus ojos la oportunidad de acercamiento, así como la imagen de ella tras la puerta de aquel carro; y a los veinte minutos, también lo hizo aquella lluvia. Pasó la noche, y tras muchas pesadillas mezcladas con dulces sueños, donde solo veía aquel rostro, con aquellos dulces ojos, pasó el día.
Inevitablemente tuvo que seguir su vida. No dejaba de culparse por su actitud, que no podía entender; haberse quedado estático en el momento más inoportuno le había costado perder a quien se convirtió, desde aquel día, en “el amor de su vida”.
Pasar frente al edificio, tratando de encontrarla, anhelando verla, aunque sabía que era un tonto deseo, se convirtió en rutina obsesiva. Cada día la veía, mas solo como un producto de su imaginación; no era real, pero la sentía en cada uno de sus poros. La huella de lo ocurrido aquel día le daba al mismo tiempo, sosiego y desesperación; una ambivalencia afectiva, por lo mágico hallado y lo que pudo ser ni sería. Aunque era inexplicable sentirse de esa manera, también era imposible de evitar. Pasaron más días y noches tratando de suplantar su falta con otras miradas, pero ninguna era como aquella, y ninguna realmente llenaba esa nada que sentía sin ella. Esa angustia no le impedía vivir, pero sí de una manera plena.
“Y pasó el tiempo, y pasó un águila por el mar…”
Continuará…
Fotografía: Wallpaper Android app
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