«…Y pasó el tiempo
y pasó un águila por el mar… «
José Martí/Los zapaticos de rosa
La primera vez que la vio creyó haber visto un ángel; no por su excelsa hermosura, sino por lo que le hizo sentir. Quizá no fue amor a primera vista, pero Cupido hizo su trabajo dándole un gran flechazo. El día no era de los más bonitos, con cielo despejado y sol resplandeciente; todo lo contrario, estaba guareciéndose afuera de aquel inmenso edificio, de un monstruoso aguacero que parecía no tener fin. Cuando llegó al portal estaba tan alterado por su ropa empapada, que no le prestó atención. Pero luego de tres horas de espera, comenzó a reaccionar ante aquella muchacha que tanta pasión le provocó, sin ninguna explicación lógica.
Llevaba un pequeño pañuelo en la cabeza, posiblemente tratando de no mojarse, aunque solo le cubría una pequeña parte; pensó que era muy tonto cubrirse solo esa zona y emitió una pequeña sonrisa mezclada con un suspiro un tanto burlón. Llevaba un vestido de flores–de esos de tela bien fina, que se mueven inmediatamente cuando sopla una brisa y se levantan un poco si esta se hace algo más intensa–que mojado sobre el cuerpo dejaba ver más de lo habitual (este aspecto fue ilógicamente indiferente a sus habituales lascivos ojos). Unas zapatillas amarillas que combinaban poco con el pañuelo de cuadros, cubrían, llenas de lodo y agua, sus pequeños pies.
“Debe calzar un cinco y medio cuanto mucho”–pensó, sonriendo picarezcamente.
“¿Quién piensa esta tontería ahora? ¿Qué más da el pie que calza?¡¿No puedes ser más tonto!?”–continuaba auto reclamándose.
Era delgada, aunque bien formada, con piel muy blanca que hacía que sus tobillos parecieran de porcelana clara.
“Pantorrillas de marfil, je je”–fue el otro pensamiento soso que le pasó por la mente, recordando esa frase de la canción de Arjona que tanto le gustaba.
Siguió tarareando la canción, mientras se acomodaba–recostándose sobre su hombro derecho–de la pared más cercana.
Tuvo deseos de acercarse inmediatamente al terminar de detallar aquella figura humana de aspecto angelical, pero el Rintintín que tenía al lado le dio un parón tan brusco que le heló la sangre. No era grande el perro (realmente era un cachorro), pero un Pastor Alemán siempre se ve feroz, aunque tenga meses de vida.
–Tranquilo Tobi–le dijo ella mientras le tocaba la cabeza, deslizando luego su mano por todo el pelaje alrededor de las orejas y el hocico.
Se acercó a ella algo nervioso, tiritando tanto de frío como de miedo; por la curiosidad de conocerla, por la posibilidad del rechazo, por miles de cosas que le pasaban por la cabeza, aunque ahora solo recordaba unas cuantas; pero más que todo por no saber comportarse y recibir un tajante rechazo. Pero debía hablarle de alguna manera, y así lo hizo.
–Está bastante nublado–dijo apretando los brazos crispados en su cuerpo, y casi entre dientes.
–Mjjjjj-respondió ella sin voltarse hacia él en ningún momento.
–Parece que no parará de llover por ahora. ¿Quieres un caramelo? Al menos nos ayudará a pasar el tiempo mientras se calma esta lluvia.
Como por arte de magia, ella reaccionó y de la manera jamás imaginada. Lo miró fijamente; esos ojos eran lo más maravilloso que había visto en la vida. Experimentó una pérdida alucinante de tiempo y espacio en aquel instante; ni siquiera pensaba que eso podía ser posible sin efectos de psicotrópicos, hasta aquel momento. Todos los versos y canciones, de amor, de idilio, de entrega, falta de cordura o cualquier sentimiento que obnubile la razón instantáneamente, vinieron a su cabeza, inundaron todo su espíritu y quedaron pequeños ante el éxtasis que lo envolvió. No duró más que unos segundos, que parecieron todo el tiempo de su corto recorrido de vida y más de lo que seguramente viviría.
Continuará…
Fotografía: Wallpaper Android app.
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