«Nadie entendió por qué ella no se estaba quieta más de cinco minutos. Tenía que moverse porque de otro modo se le encimaban las fantasías.”
En esta bellísima antología, la mexicana Ángeles Mastretta abre una ventana a su alma y nos deja ver algunos de sus pensamientos más íntimos. Algunos —ya viejos conocidos— derivan de sus libros y artículos periodísticos, otros son —al menos para mí— nuevos y maravillosos.
«Uno convive con los escritores muertos como si estuvieran vivos. Vienen a nuestra casa y se instalan a conversar de todo. Casi siempre en mitad de la noche.”
Encontramos, como en toda la obra de Mastretta, letras íntimas que nos dejan conocer más a la mujer que está detrás de la autora de obras geniales. Basta con leer las palabras sobre las que se refiere a su padre.
Cuando mi padre murió, me dejó como herencia una máquina de escribir, una hermosa madre afligida y cuatro hermanos como cuatro «milagros. Entonces yo tenía veinte mil dudas, diecinueve años, y un deseo como vértigo de saber cuál sería mi destino. Sin embargo, la curiosidad, una herencia que olvidé mencionar antes, me bastaba como hacienda y me ayudó a vivir varios años en vilo. Es de esos tempos de donde viene mi certeza de que soy rica.”
A través de poderosas frases, nos invita a hacer una reflexión sobre la propia vida y los sueños que nos planteamos. Sus letras hablan sobre amor y desamor, sobre felicidades y tristezas, sobre fantasías y realidades, sobre la vida misma y sobre el mundo de los sueños.
«Hay gente que se quiere a tiempo, a destiempo y todo el tiempo.”
Entre microcuentos, microrrelatos, anécdotas, recuerdos y consejos , leer “Yo misma” es como adentrarse al corazón de una de las más grandes escritoras de México. Y, aquí nos habla de su madre, de su adorado padre, de sus hermanos, sus hijos y amigos. Como una cronista, comparte los consejos que otros le han dado, haciendo de este modo, que la gente viva para siempre.
«Oye bien, me dijo el doctor Cesarman: come lo que te haga feliz, habla de lo que te haga feliz, quiere a quien te haga feliz, corre si te hace feliz, no te muevas si eso te hace feliz, fuma si te da tranquilidad, no fumes si fumar te disgusta. No te quites la sal, ni el azúcar, ni el amor, ni la poesía, ni el mar, ni el colesterol, ni los sueños y quiere a tus amigos y déjalos quererte, y no te opongas a tu destino porque esa enfermedad no la sé curar.”
Fiel a su vocación de narradora, Ángeles Mastretta habla sobre lo que la labor del escritor representa y sobre lo que inspira y reta.
«¿Qué es hacer un libro? ¿Para qué hacer un libro? Los libros son objetos solitarios, sólo se cumplen si otro los abre, sólo existen su hay quien está dispuesto a perderse en ellos. Quienes hacemos libros nunca estamos seguros de que habrá quien le dé sentido a nuestro quehacer…”
Entre olvidos, muerte, volcanes y muchas lunas, revivimos historias que son tan nuestras como de la narradora y de sus personajes. Nos emocionamos, reímos, lloramos y hasta gritamos.
«Jurarse amor eterno es tentar al destino.”
Este es uno de esos libros que se disfruta del principio al final o del fin al inicio, que puede saborearse en pequeñas dosis o engullirse de un bocado; que se puede beber con un café, un té, una copa de vino o un vaso de agua de horchata; a plena luz de día, pero mucho más bajo la de la luna.
«Cada luna es distinta. Cada luna tiene su propia historia. Dichosos quienes pueden olvidar su mejor luna.”
Con bellísimas ilustraciones, esta pequeña antología, se ha convertido en uno de mis libros de cabecera, de esos que estoy segura retomaré cada vez que sienta un huequito en el alma o me pregunte si debo o no seguir escribiendo.
«La verdad es que uno escribe novelas para que le sucedan las cosas que sueño, no para contar las que vive.”
Visita el blog de @MaruBV13: https://conjurandoletras.com
Una gran reseña.
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