En aquel mausoleo primaba la Ley de la oferta y la demanda; cada cuerpo se tasaba según su peso; los más gorditos costaban más, pues la grasa corporal era un recurso en vías de extinción. Había logrado reunir algunos, pero no era suficiente; eran cuerpos muy flacos. Así que aprovechó y vació de una vez su campo de concentración ¡Ya llegarían más para llenarlo! La guerra estaba solo comenzando. Al guardián del cementerio no le importó que fuesen pobres, a fin de cuentas, cien cuerpos flacos eran mejor que uno gordo. Al cielo tampoco le importaba, mientras más almas entraran, mucho mejor.
Excelente aporte.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias😘😘😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Impresionante texto.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Espeluznante. Me ha recordado a ciertos episodios de la Historia del siglo XX.
Me gustaLe gusta a 1 persona