Yo dormía y los trinos repentinos del jilguero comenzaron como cada mañana. Me estiré, lamí mis patas y limpio de legañas, fui a comer. Nada especial. Hasta que un sonido diferente invadió la habitación.
Debajo del sofá ideé estrategias de ataque, bufidos y escapes de emergencia.
Contuve la respiración unos segundos eternos y sigilosamente, con mi barriga lo más pegada posible al suelo, salí a investigar.
Redondo, el intruso daba vueltas por la sala y comía sin cesar las pelusas, mis compañeras de juego en los ratos muertos.
Noviembre Ives
Es un texto que me hizo sonreir porque me imaginé cómo sería mi vida si fuera una gata.
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